Son muchos los entrenadores que cada vez con más frecuencia piden a
sus jugadores las notas del colegio para ver su evolución educativa. El
objetivo principal es que los más pequeños tomen consciencia de la importancia
de los estudios en su futuro y vean que la práctica del deporte que más
les gusta debe ser complementaria a su desarrollo intelectual, obligación
principal en su día a día.
Sin embargo, éstos solo pueden incentivarlos a mejorar delante
de los libros pero nunca apostar por el colegio en detrimento del deporte.
Desgraciadamente, la gran mayoría de los padres cuyos hijos tienen un bajo
rendimiento académico cortan de raíz con las actividades extra
escolares para, por un lado, castigarlos con aquello que más daño le puede
hacer y, por otro, que tengan más tiempo para estudiar. Para nadie es
nueva la frase: "¡Castigado! Esta semana ni entrenas, ni hay partido. Así
aprenderás...". No obstante, ¿realmente sirve de algo?.
Muchos son los beneficios físicos que el deporte proporciona a todos
aquellos que lo practican, entre otros: fortalece los músculos y los huesos,
previene la obesidad, reduce el riesgo de enfermedades como la diabetes, puede
corregir posibles defectos físicos, ayuda a coordinar los movimientos, estimula
la higiene y la salud, etc. Pero sería ideal mirar un poco más allá y conocer
también el deporte como herramienta educativa y psicológica. en este sentido,
el fútbol les enseña a:
- Socializarse
con nuevos compañeros
- Ganar y compartir triunfos
- Perder y
saber tolerar la frustración
- Experimentar
emociones
- Tolerar la
impulsividad en unos casos y vencer la timidez en otros
- Reducir la
ansiedad
- Respetar las
normas, al entrenador, a los jugadores de su equipo y a los rivales
y a los árbitros
- Aumentar su
confianza porque de cada uno de ellos depende el resto del equipo
- Crean lazos
de ayuda entre ellos,
- Gestionar su
tiempo, al tener que estudiar o hacer los deberes
- Fijar metas
- Desarrollar
habilidades como el pensamiento estratégico, la capacidad de liderar, la
pertenencia a un grupo con intereses y objetivos comunes
- Ser
responsables cumpliendo con lo que uno se compromete
- Desarrollar
el hábito deportivo
- Ser más
activo desarrollando la atención y la concentración
- Ser
perseverantes
- Tolerar el
error propio y el de los compeñeros
- Aprender de
otros
- Aumentar su
autoconfianza, autoconcepto y autoestima
Por todo ello, cada día que los padres privan a sus hijos de la práctica
deportiva están impidiendo no sólo su desarrollo físico sino su progreso mental
y personal. La reprimenda de moda “te dejo sin…” está demostrando que no
es efectiva y de allí conocidas expresiones como “le da igual que
le deje sin…” pues para que sea un castigo educativo, que verdaderamente
haga que los niños entiendan que lo que están haciendo no es correcto, tiene
que suponerles un esfuerzo. Si les castigan sin ir a entrenar o sin ir a un partido no sólo no hacen el esfuerzo que
tenían que hacer para acudir a la sesión de entrenamiento o al encuentro
deportivo, sino que además dejan de hacer lo que estaban haciendo, no cumplen
con el compromiso que tienen con sus compañeros, etc. En otras palabras, están
fomentando la no responsabilidad.
Desde pequeños la clave es establecer los límites con firmeza y fijar
alternativas educativas ingeniosas para que el
castigo sea la excepción y no la regla. En muchos casos, el
castigo extingue la conducta de manera puntual, pero
la raíz del problema no se soluciona y muchos
niños siguen “haciéndola” cuando pueden o cuando creen que no les ven.
La reflexión de los padres, el establecimiento de unas pautas claras y el
fomento del diálogo entre padres e hijos en el momento adecuado son las claves
para un nuevo comienzo.
Fuente: Artículo de la psicóloga Yolanda Cuevas y post del blog Punto Fuerte Balonmano redactado por Kike Fernández.
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